El tuvo fama por sus fiestas.
Eran de los más animado, y duraban días, según me han contado.
Primo de mi bisabuela Catalina, parece ser que desde que heredó lo que le correspondía,se dedicó con entusiasmo a gastarlo y disfrutarlo.
Para eso, y como suele ocurrir, disponía de un amplio grupo de acompañantes y organizaban divertidos bailes y celebraciones.
Sin embargo, al terminar las juergas aparecía la resaca, y eso si que lo llevaba muy mal el pobre.
Envolviéndose en una sábana, lloraba tristemente detrás de la puerta de su dormitorio exclamando:
a la vez que gemía y se lamentaba durante el tiempo que duraba el malestar.
Luego, volvía a sus vida habitual hasta el próximo jolgorio.
Aunque él ya hace muchos años que no está, su frase ha permanecido entre nosotros, y la usamos tanto para indicar un resacón de cuidado como para reirnos ante cualquiera de esas situaciones ridículas en las que a veces nos coloca la vida.
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