hubo un tiempo, durante unos cuantos años, que este barrio se convirtió en mi rincón de relajación.
hacía guardias, lo que me suponía estar encerrada durante 24 horas.
y no sé como, una mañana al salir del trabajo, cogí el coche sin rumbo fijo y fuí a parar a sus calles.
desde entonces, después de aquel paseo maravilloso cuando el barrio ya había despertado y empezaba a salir el sol, repetí pasear por él un montón de veces y en muy distintas horas y momentos.
con distintas personas.
el otro día, rebuscando en un cajón por otros motivos, aparecieron estas fotos, hechas hace ya bastante tiempo.
se agolparon en mi memoria cantidad de recuerdos, de repente.
con quien, como y cuando, aquella tarde...
volví a revivir también, cuando las miraba, esa sensación fantástica de serenidad que siempre me ha comunicado este lugar.
bajo mis pies, el empedrado de sus calles, gastado por miles y miles de pisadas, me recordaba que todo es pasajero, que sobre esas piedras antes que yo han pasado un montón de otros piés que ya no están, y pasarán otros cuando mis huellas sean solo recuerdo.
y seguro que habrán sucedido historias felices, tristes, graciosas ó trágicas para muchos seres vivos anteriores a mí.
la serenidad inmutable de sus rincones, que me hacía ver lo pequeño que es el recorrido de nuestro tiempo por el mundo.
sus ventanas, por las que se habrán asomado muchas personas para ver el exterior.
el verdor de sus callejones, el reflejo del sol sobre los cristales, el colorido de las buganvillas y el olor de las flores de los jazmines...
he querido recuperar y compartir con estas imágenes esa tranquilidad que siempre me ha ofrecido y ese otro sentido del olvido en el tiempo que tenía en aquellos momentos.
porque como ya he dicho, son de hace años.
ahora, esta joya se ha rehabilitado, y pueden verlo aquí:
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